Honduras está llena de misterios y leyendas que han pasado de generación en generación, algunas tan escalofriantes que pocos se atreven a comprobar si son reales.
Aquí te presentamos cuatro de los lugares más embrujados del país, que ponen los pelos de punta.
Sitios embrujados en Honduras
El primero es el Cerro Brujo, ubicado en Tegucigalpa, a tres kilómetros de la carretera hacia Valle de Ángeles.
Su nombre se debe a una historia que lleva más de 35 años circulando entre los vecinos.
Cuentan que, al construir una residencia, un hombre conducía un tractor cuando de repente se le apareció un ser gigantesco que lo lanzó al precipicio.
Desde entonces, en el sitio quedó marcada la huella del suceso. Algunos aseguran que el conductor sobrevivió, pero perdió la razón tras aquel encuentro.

El segundo es el Cementerio General de Tegucigalpa, declarado monumento histórico nacional.
Data de 1875 y guarda los restos de hondureños y extranjeros. Los cuidadores y visitantes aseguran haber vivido experiencias paranormales al caer la noche.
“Hay un palo embrujado donde dicen que aparece un duende”, contó uno de los custodios, quien también afirma haber escuchado lamentos y quejidos que recorren los pasillos del camposanto.

El tercero es el antiguo casino abandonado de San Pedro Sula, un sitio envuelto en relatos de sombras, ruidos y presencias que se manifiestan al anochecer.
Algunos testigos aseguran haber visto figuras humanas moverse entre las ruinas.
Se dice que en el lugar se realizaron rituales, dejando “portales abiertos” por donde supuestamente cruzaron seres del bajo mundo astral que hoy habitan entre las viejas paredes.

Por último está La Patada del Diablo, en el municipio de Talgua, Lempira. La leyenda cuenta que un alcalde hizo un pacto con el diablo para construir un puente, pero una mujer rompió el trato y el enfurecido demonio golpeó una enorme piedra, dejando una marca que aún se conserva.



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