En 1972 nació María Cristina Kattán Facusse con síndrome de Down y su llegada inspiró a su madre, Norma Facusse de Kattán, a fundar el Instituto Sampedrano de Educación Especial, que abrió sus puertas el 5 de febrero de 1974.

En aquel tiempo los niños con discapacidades vivían en el abandono, víctimas de prejuicios y sin acceso a un sistema educativo adaptado.

Desde entonces, la institución ha trabajado para brindar una enseñanza inclusiva que fomente la autoestima, la autonomía y el desarrollo integral de cada estudiante.

Instituto Sampedrano de Educación Especial, un faro de educación y amor

El instituto adapta el currículo de la educación básica a las necesidades de los niños, combinando juegos, videos y actividades personalizadas.

Además, ofrece terapias psicológicas, evaluaciones de conducta, refuerzos académicos y estimulación temprana para menores con autismo u otras condiciones.

Actualmente, atiende a unos 200 niños entre clases presenciales y virtuales, con el objetivo de que muchos de ellos puedan integrarse a escuelas regulares o aprender un oficio.

La labor del centro no se limita a los alumnos, también orienta a los padres en el acompañamiento del proceso educativo y emocional.

Cada caso se aborda de manera individualizada porque, aunque compartan diagnósticos, cada niño tiene un ritmo y forma distinta de aprender.

Esta atención integral ha transformado la vida de muchas familias que encuentran en la institución un espacio de apoyo y esperanza.

El reto principal sigue siendo el financiamiento, pues el instituto necesita al menos siete millones de lempiras anuales para funcionar.

La ayuda proviene en parte del gobierno, pero la mayor parte llega de donaciones, eventos benéficos y aportes voluntarios de padres de familia. Ningún niño es rechazado por falta de pago, lo que refuerza el compromiso social de la institución.

A medio siglo de su fundación, el Instituto Sampedrano de Educación Especial se mantiene como un faro de inclusión en Honduras.