Desde este viernes por la tarde, el cardenal estadounidense Robert Francis Prevost será conocido como León XIV, el primer pontífice en más de 120 años en adoptar ese nombre. Su elección no es casual.
Cada nuevo papa toma una decisión crucial justo al aceptar su elección: ¿cómo deseas ser llamado? La respuesta es mucho más que un formalismo. Es una declaración de intenciones.
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Un acto simbólico: del nombre propio al nombre pontificio
Aunque no existe una norma obligatoria, la tradición de adoptar un nuevo nombre se remonta al siglo VI, cuando el papa Juan II decidió no gobernar como “Mercurio”, por su origen pagano.
Desde entonces, esta práctica se ha mantenido casi inquebrantable. Cambiar de nombre ha servido para marcar una ruptura simbólica con la vida anterior, camuflar orígenes aristocráticos o extranjeros y alinearse con figuras del pasado que representen el enfoque deseado del nuevo papado.
Además, cada nombre es analizado cuidadosamente por el simbolismo que conlleva.
Como apunta la historia, “Pedro” sigue vetado por respeto al primer papa, mientras que otros, como “Pío” o “Alejandro”, cargan con connotaciones problemáticas.
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El legado de los papas León: firmeza, reforma y modernidad
León es uno de los nombres más usados en la historia del papado —13 antecesores lo portaron— y está asociado con figuras decisivas de la Iglesia. El más emblemático fue San León Magno, quien en el siglo V convenció a Atila el Huno de no saquear Roma y defendió la autoridad doctrinal de la Iglesia. Más adelante, León III coronó a Carlomagno, León IV protegió el Vaticano con murallas y León IX combatió la corrupción eclesiástica.
Pero todo apunta a que el modelo de referencia de León XIV podría ser León XIII (1878–1903). Este último fue un papa clave en el intento de reconciliar la Iglesia con el mundo moderno a través de su encíclica Rerum Novarum, que sentó las bases de la doctrina social de la Iglesia.
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¿Continuidad con Francisco o regreso a las raíces?
Según analistas del Vaticano, la elección de León XIV podría leerse como una apuesta por continuar el legado reformista de Francisco, pero con un tono más prudente y conciliador.
Como recordó el nuevo pontífice en su primera homilía: “Me has llamado a llevar una cruz”.
En esa misma ceremonia, presidida con zapatos negros y lecturas hechas por mujeres, también lanzó una advertencia: “Reducir a Jesús a un superhombre es un ateísmo de hecho”.
León XIV, que cumplirá 70 años en septiembre, llega con el tiempo suficiente para encabezar un papado duradero, en el que, como en el siglo XIX, la tradición y la modernización podrían convivir.
De momento, ha optado por mantener a todos los cargos vaticanos de forma provisional “hasta que se disponga lo contrario”, según informó la Santa Sede.